¿Por qué nos atraen tanto las teorías conspiratorias?



Las teorías conspiratorias se sienten bien. Nos gustan. Hacemos libros y películas sobre ellas. Debatimos interminablemente sobre ellas. ¿En qué radica su encanto? El escritor mexicano Julio Patán en su libro Conspiraciones expresa una idea al respecto que parece tener sentido: somos atraídos hacia las explicaciones conspiratorias por que nos proporcionan una sentido de seguridad en un mundo de otra manera un tanto anárquico e impredecible. Y la cuestión es que evolutivamente odiamos la impredecibilidad:


“El mundo, según las teorías de la conspiración, es un lugar ordenado. No hay en él sitio para el azar, no hay errores, ni por lo tanto incertidumbres. La bolsa no se desploma por el hecho de que en un momento dado sea imposible controlar los vaivenes de la economía mundial, sino porque una camarilla oculta se beneficia con ese desplome, que ocasiona artificialmente y por lo tanto puede revertir en cuanto le convenga. En suma, una teoría de la conspiración es retorcidamente consoladora, porque en ella cualquier forma de incertidumbre es sustituida por la marcha incuestionada de una lógica operativa de validez universal, una lógica sin cuarteaduras, perversa, sin duda, pero que sirve no sólo para darnos ciertas certezas, sino para librarnos de responsabilidades, individuales y colectivas”.


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